No es la primera vez que me sucede pero ayer tras ser más consciente que nunca de su descubrimiento y unido al cansancio mental, lo observé. Y ahora, como un suceso empírico demostrable y meditado he de reconocer que, a mi modo de ver, es el llorar más dulce (si es que llorar puede ser dulce) que conozco.
El agotamiento te impide mantener los párpados abiertos pero tu mente y tu dolor aún están los suficiente vivos como para no dar descanso a tus ojos...
Las lágrimas más calientes de lo habitual resbalan silenciosas por el rostro buscando el resquicio de salida que tú no hallas...
Los ojos se cierran al mundo para no distraerse, ni ver, ni sentir algo que no sea lo que te invade en ese momento.
Detras de la imagen hay un sentimiento muy profundo, hay un dolor muy arraigado, un silencio lleno de palabras.... muy tierno.
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