La Comunidad de Sin-Límite

Pocas veces se encuentra una amiga como la que yo tengo, mi gran amiga M.

Es tranquila, amable, cariñosa; generosa en extremo. Es una mujer sencilla pero fuerte a pesar de los acontecimientos que también ha tenido que vivir, que no son pocos. Y a pesar de todo tiene una vitalidad envidiable aunque, estoy seguro, a veces esconde detrás de su máscara, para que nadie sepamos realmente nada, cuán grande es el dolor que vive; porque también sufre de dolor.

Registrando en mi memoria sólo encuentro recuerdos amables: días de playa, desnudos los dos, comiendo mejillones en una terraza mientras las olas del mar nos recordaban la canción que llevábamos toda la tarde cantando. Buscando un Spa, perdidos por un polígono porque nuestro GPS no funcionaba como debía. Cenas que se alargaban en la noche o comidas, con lloreras incluidas donde sacábamos sin pudor nuestros más amargos sentimientos.

Eso, os lo juro, no se encuentra por casi ninguna parte.

Tengo grabada la imagen de la primera vez que hablamos, que nos encontramos y terminamos en mi casa comiendo, riéndonos, hablando… nunca se me borrará.

A pesar de dedicarse a trabajar cuidando de los y las demás e intentando hacer de la Vida un lugar más agradable y lleno de amor, me pierdo en mis locuras y le falto al respeto.

Siempre me ha cuidado; algunas veces yo me daba cuenta, otras no, pero ella nunca ha desaparecido de mi vida, a veces desde su derecho al silencio, otras desde su derecho a decirme lo que piensa o lo que siente, mal que me duela.

Hablar de M. es toda una aventura porque, en estos momentos, de una manera ciclotímica, paso de la alegría a la risa o a llanto. Sí, es una mujer que me provoca tantos sentimientos que, cuando puedo analizarlos serenamente, me doy cuenta de que me hace sentir vivo ¿se puede pedir algo más a alguien? Pienso que no. Sólo SENTIR agradecimiento, amor…

Mi amiga M. ha sabido siempre soportarme, controlar mis altibajos, aguantar mis histéricos comportamientos. Esto no tiene precio. Lo que me suele pesar es que siempre he pagado con desprecio, con falta de respeto, con pseudo insultos…. Que sé, seguro, no me tiene en cuenta.

A veces, en las noches donde el sueño me abandona, donde la soledad me pesa como una losa, pienso en ella, en su sonrisa, en sus manos cuando me acarician la cara, en sus besos; entonces brilla una lucecita de esperanza y me siento menos solo en este mundo y sé que alguien está ahí, sin pedir nada a cambio, sin esperar nada a cambio más que ese respeto al que me refería y que, a veces, se me olvida. Pero es eso, olvido, locura.

Me siento terriblemente orgulloso de ser amigo de M. de poder contar con su persona en todos los aspectos. Pero ahora os quiero hablar de ella…. Siempre hablo de mí y no es justo en este pedacito de letras.

M. tiene una gata, Irina, que se quedó preñada una tarde en la que se supone que yo la tenía que cuidar porque el gato, Zarpas, intuía una posible presencia de feromonas imposibles de controlar. Como siempre, la “cagué” y Zarpas, sin yo enterarme de nada dejó a Irina embarazada y ahora soy “abuelo”. La vida de M. con los gatos y las gatas brillaba más que antes. Después de nacer, onerosamente, los gatitos, brilló más. Y ahora vive con sus cuatro gatos/as y con su pareja que le quiere mogollón. Envidiable ¿no? Pues a mi me parece que sí, pero no hablo de esa envidia maligna que todo lo quiere para sí y que desea el mal al prójimo en aras de obtener aquello, no. Tengo esa especie de envidia que te hace sonreír cuando piensas en qué estará haciendo ahora M. con su pareja y con los gatos y te provoca una especie de sonrisa grande, descarada, de esas sonrisas de las que sabes que quien te mire por la calle va a pensar de ti que estás como un cencerro.

Pero hemos vivido más cosas, por ejemplo, en su casa, una noche…. un día que yo iba con una falda en plan “La casa de la pradera”, nuestro amigo H. de Lady Gaga (más o menos) y M. con pantalones y chaqué. De repente llamaron a la puerta y era la Policía Local a la que yo recibí vestido como he contado…. Bien, quedan las risas, las largas risas que llenaron aquella noche de transvestismo y de amistad sin condiciones.

Solemos buscar canciones “cutres” por la red y pasárnoslas por las redes sociales; en las noches de cenas las ponemos y bailamos ante las miradas atónitas de la gente invitada, si la hay, pero… lo que quería transmitir es la libertad con la que puedes hacer cualquier cosa con M. sin que te juzgue, sin que le des asco.

Sólo decir que la quiero, como a una amiga, como a una hermana, como lo que es. Y que siento mucho molestarla (porque sé que tiene un corazón enorme y tierno y sensible) en mis momentos raros. Y que mi amor por ella es correspondido y, sí, ya lo sé, no como yo quisiera, porque esos deseos no son buenos para mí, me explico: me gustaría ser un niño de seis meses, por ejemplo, y estar en sus brazos….

Espero que el Tiempo, la Historia y los Acontecimientos nos permitan compartir muchas experiencias juntos y que el Amor que lo preside todo siga creciendo, olvidando sabores amargos, momentos estúpidos, respuestas infantiles… para que no se diga (y yo no me lo crea nunca) que esta vida no tiene sentido. Tú me lo das M. Te quiero.

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Comentario por Marina F en marzo 12, 2013 a las 5:46pm

Precioso relato de una historia de amor. Tenerlo y saber apreciarlo es unico. Deseo que os haga muy felices de verdad, compartiendo lo bueno y lo malo por muchos años.

Comentario por lauri en marzo 11, 2013 a las 7:53am

Qué suerte tienes de tener una amiga así, y qué buenas experiencias y vida interior.Pues que siga así...

Un abrazo.

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