La Comunidad de Sin-Límite

Hágame caso! Y por mi parte... podía intentar explicarme bien...

Y a veces es simple: una quiere que la escuchen y la entiendan. A eso se refiere est fragmento de un escrito de Dolores Mosquera. Es bonito lo que dice al final:

Hace un mes vino a verme una chica diagnosticada de trastorno límite de la personalidad. En principio había sido tratada y diagnosticada de Anorexia y Bulimia.

Ella misma se describía como manipuladora, chantajista, mentirosa... un sin fin de calificativos que no vienen al caso. Cuando le pedí que me explicase qué era para ella ser manipuladora y chantajista se quedó muy sorprendida y no supo qué decir. Después me dijo: “bueno, es lo que me han dicho los psicólogos que me han visto, que formaba parte de mi trastorno”. Estuvimos hablando acerca de sus “manipulaciones”, cuándo recurría a ellas, el motivo, el resultado, etc. Y llegamos a la conclusión de que realmente el resultado era muy negativo para ella (una manipulación algo extraña si tenemos en cuenta que se suele manipular para conseguir algo que nos agrada), el motivo: lo aprendido. Llevaba años recurriendo a este tipo de conducta y el resultado casi siempre era muy malo y solía acabar con intentos de suicidio o situaciones muy desagradables y negativas para ella. ¿Manipulación?, ¿llamadas de atención? Puede ser... Ante todo es una forma de pedir ayuda. Quizás no la más correcta o esperada por parte de los demás, pero sí una forma de hacerlo: su forma de hacerlo.

Su madre se enfadaba porque su hija “dejaba pistas” antes de los intentos de suicidio... Como si esto fuese algo negativo. Intenté explicarle que eso en realidad era positivo, porque era su forma de pedir ayuda, y que había que trabajar sobre esto y no provocar a la chica, porque la única forma de conseguir que “cambie su forma de pedir ayuda” es hablando con ella claramente y abordándolo en terapia. También le expliqué que los comentarios del tipo “¡otra vez igual!, ya estás con las llamadas de atención, te gusta tenerme acojonada”... etc, eran un buen motivo para que la paciente, un día de estos, demostrara que no son llamadas de atención.

En terapia, hablando con esta chica y con su madre pudimos observar que ésta no escuchaba, no escuchaba a su hija, ni a nosotros, simplemente repetía lo mismo con diferentes palabras “esto (su hija) no tiene solución”, “esto es insoportable”, “ya no sé qué hacer”, “este problema es incurable”, “he probado de todo pero nada funciona”. Ante cualquier sugerencia su respuesta era: “ya lo he probado”. Era curioso porque incluso contestaba antes de terminar de formular la propuesta, pero sí, ya lo había intentado.

Ejemplo de comunicación entre ellas:

Madre: “Siempre recurre a mí cuando se intenta matar” (con sarcasmo e ironía)

Paciente: ”No te preocupes, la siguiente vez no acudiré a ti, si tanto de molesta”

Vamos a ver, ¿a quién va a recurrir?, ¿al vecino? Perdón por la ironía, supongo que fue un lapsus de contratransferencia. Obviamente no se lo dije a esta madre pero sí lo pensé. Lo que pretendo con este comentario es mostrar situaciones que ocurren en la práctica clínica y que son las más normales en estos casos. Es normal sentir desesperación en determinados momentos, las familias llegan a situaciones tan drásticas e irreales que es difícil que no nos hagan sentir algo como personas que somos. Lo que nunca podemos hacer los profesionales es dejarnos llevar por nuestros sentimientos y permitir que interfieran en la terapia. Hay que tener mucho cuidado y evitar decir lo que nos venga en gana o lo primero que nos pase por la cabeza en una determinada situación.

Después de esta pequeña divagación sigo con lo que pretendía transmitir en un principio. Hay varias posibles interferencias en este caso:

1) La información aportada por la madre (la terapeuta de familia, antes de visitar a la paciente, realmente llegó a pensar que estábamos ante una persona antisocial)

2) La información aportada por la propia paciente “soy agresiva, no me importan los demás, utilizo a las personas, manipulo a los terapeutas para conseguir lo que quiero, odio a los hombres, si se meten conmigo soy capaz de matar, la gente me da asco, yo no tengo ningún problema, no acato normas, si me dicen algo hago lo contrario”, etc, etc.

3) Los informes de esta chica que incluían múltiples diagnósticos, comentarios del tipo: no acata normas, empatía 0, etc.

Esta entrevista me llevó unas dos horas. Durante la primera hora tenía mis dudas acerca de si sería capaz de llegar a esta paciente en concreto, pero la información que me daba no me encajaba y parecía muy estudiada y aprendida. Por eso le empecé a preguntar por ese “asco hacia la gente”, la manipulación, etc. Al marcharse me facilitó la copia de unos informes y a uno de ellos le quitó una hoja que tan sólo tenía los datos del envío de un fax... Me lo dijo y simplemente le di las gracias, no le pedí que me enseñase el papel. Se sorprendió y me dijo “te lo enseño para que veas que no miento”. Le respondí que no hacía falta. Ella me dijo “esto se me hace raro, no estoy acostumbrada a que se crea lo que yo digo”.

Al día siguiente me encontré una tarjeta en el buzón que ponía “gracias por el trato que me ha dado, me he sentido como una persona, no como un mero cliente o problema”. No voy a profundizar más en el caso, pero si diré que el diagnóstico era Trastorno Límite de la Personalidad, que es una chica hipersensible, con una capacidad empática tremenda, con gran preocupación por los demás, con gran inseguridad, muchísimas dudas y que simplemente estaba quemada de tanto tratamiento y diagnóstico.

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